En busca de Bernardina

Hace unas semanas alguien puso esta foto en El foro del pan.


En la imagen se ve a una mujer, tal vez una muchacha, llevando panes al horno público en un pueblo de Extremadura llamado Deleitosa, en los años 50. La fuerza de esta imagen me dejó atónito; la manera de llevar los panes en una tabla sobre la cabeza; la forma en que la mano derecha sostiene el tablero y el pie parece empujar la puerta abriéndose camino; la misma forma de los panes, parecen ser panes de masa refinada (sobados, bregados), tal vez dispuestos en dos pisos; el suelo de tierra y las casas de tapia; el perro en segundo plano. Había algo en esta foto que me obligaba a mirarla una y otra vez, y las preguntas se amontonaban.

¿Quién era aquella mujer que respondía al nombre de Bernardina en el pie de foto? ¿Había hecho ella los panes? ¿Cómo los elaboraba? ¿A qué sabrían esos panes? ¿Dónde los horneaba? ¿Qué historia rodeaba aquel momento captado en un pequeño trozo de película? ¿Quién era el fotógrafo? Pero, sobre todas las preguntas, surgió de repente una gran duda, ¿estaría viva Bernardina? Si en 1951 tenía 18 años, como rezaba el pie de foto, no sería extraño que aún viviera y fuese una anciana con recuerdos sobre aquellos panes.

Poco después, un apunte en el propio foro aumentó aún más mi curiosidad. Resulta que la fotografía la había hecho en 1951 el fotógrafo americano Eugene Smith, durante su estancia en el pueblo cacereño de Deleitosa. Más tarde conocí que la fotografía pertenece a un reportaje titulado “Spanish Village” que publicó la revista LIFE en abril de 1951 sobre la vida en este pequeño pueblo. El reportaje mostraba la dura vida de la España de aquella época, enfatizando las miserias y el modo de vida en un lugar remoto, pobre y donde las tradiciones atávicas se mezclaban con la pobreza: la España negra que había plasmado Darío de Regoyos décadas antes. El fotógrafo buscaba crear una imagen muy determinada sobre España, y en Deleitosa encontró muchas de las imágenes que ansiaba (después también me he enterado de todo lo que despertó este reportaje). Las 17 fotografías publicadas por LIFE (se llegaron a publicar más de 20 millones de ejemplares) son parte de los cientos que el fotógrafo tiró en Deleitosa, donde convivió especialmente con la familia Curiel y la familia Larra.

Lo que comenzó siendo una fascinación repentina, se convirtió en una obsesión: debía ir a Deleitosa en busca de Bernardina.


Deleitosa aparece no lejos de la A5, tras unas curvas y un pequeño páramo; es más grande de lo que imaginaba, aunque está en recesión. En la época del reportaje tenía más de 2500 habitantes, años más tarde llegó a sobrepasar los 3000, pero hoy apenas llega a los 900.

Las calles no son de tierra hoy; un par de cigüeñas pasan el invierno sobre el campanario de la iglesia; hay muchas casas pequeñas construidas en las últimas décadas, poco lo diferencia de muchos otros pueblos.

La cortina de la puerta de entrada no ha variado mucho en los últimos 60 años y, por suerte, muchos de sus habitantes aún tienen recuerdos de aquellos días

Un domingo de enero, tras una buena kilometrada, me dispuse a encontrar a Bernardina, a seguir la pista a aquellos panes; en definitiva, a tratar de captar lo que quedaba de aquella imagen hipnótica. Los lugares han cambiado, pero con la ayuda de los vecinos pude localizar el callejón donde se encontraba uno de los muchos hornos de Deleitosa en los años 50. Aquel lugar donde Bernardina quedó retratada para siempre por Eugene Smith.

Casi sin proponérmelo me fui encontrando con personas y sus recuerdos de aquel tiempo.

Jacinto (que aparece jugando de niño en la foto del cruce en 1951 y en el callejón de la izquierda en la misma foto tomada 60 años después, en 2011) guarda muchos recuerdos de aquellos días, cuenta cómo entonces el pueblo era más chiquino; no había tiendas, todo se hacía, nada se compraba. Eran tiempos de escasez, no se fiaba. Jacinto fue el primero en recordar los panes como los de la foto. Me contó que se hacía una bolla, luego «se remetía la cintura» (para crear esa forma de dos caras) y finalmente se marcaba con un sello para saber la procedencia. En el horno, la parte de arriba “se doraba algo, pero lo de abajo estaba bueno, bueno”.

Jacinto fue el primero en recordar a Bernardina, pero no era mi Bernardina; él, como muchos otros del pueblo, recuerdan a la tía Bernardina, nacida a finales del siglo XIX, que no podía ser Bernardina Curiel por una sencilla cuestión de fechas.

Tras hablar con el párroco, Domingo, di con Reyes (y más tarde con Juan Pedro) de la Asociación Cultural Deleitosa Spanish Village, quienes me confirmaron que Bernardina había muerto. Mis pesquisas me llevaron al cementerio de Deleitosa (donde Curiel no es un apellido extraño, al igual que Barambones, Buenvarón o Soleto), pero no había rastro de Bernardina. Aunque no fuera mucho consuelo, me apetecía tener la constancia, la seguridad fría y cercana de su tumba. No soy muy de cementerios, pero tenía la necesidad de encontrarme con aquella joven del reportaje publicado pocos días antes de que naciera mi madre. Tras una infructuosa búsqueda, Reyes me confirmó que Bernardina emigró hace décadas a Francia, donde está enterrada.

Aunque no pudiera tener el testimonio vivo de Bernardina, estaba decidido a saber más sobre aquel lugar y aquellos panes. Por azar di con Florencio; él elaboraba panes como los de la foto. Esas piezas redondas y densas.

Florencio, como muchos otros habitantes de Deleitosa, posee un habla maravillosa; desgrana con suavidad los recuerdos de aquella época. Entonces se masaba en casa. Primero con los puños, en una artesa, y más tarde se pasaba la masa por unos rodillos. Mientras uno le daba a la manivela para hacer girar los rulos, el otro iba pasando la masa para refinarla. Se pasaba unas 10 ó 15 veces; tras cada pasada se plegaba y se volvía a pasar de nuevo. Por lo que pude ver, el pan refinado es muy apreciado en toda la región, recibiendo el nombre de “pan-pan”, o pan a secas. Para fermentar usaban liuda (aunque también la oí llamar luida), un trozo de masa vieja que se guardaba de una semana para otra.

En sus recuerdos la harina era blanca, de la zona, y se molía en los molinos de una garganta cercana (no lejos de Campillo de Deleitosa). No obstante, si se molía a la piedra, por mucho que se cerniera, es posible que la harina conservara un tono crema, más amarillento que las harinas actuales.

Finalmente, los panes se llevaban al horno público (había de 5 a 10 hornos en el pueblo) en unos tableros sobre la cabeza, apoyados en una pequeña almohadilla en forma de rosca. Este pan que se llamaba simplemente pan o panes, (me encanta como suena la palabra “panes” al salir de su boca) lo había en forma alargada y redonda. Por cada hornada se pagaban 2 panes.

Gracias a Reyes pude visitar el museo etnográfico de Deleitosa, una vieja casa que conserva muchos útiles, prendas y muebles que ilustran el modo de vida de entonces. Los propios vecinos del pueblo han cedido enseres de sus familias. Allí encontré la máquina de rodillos para refinar el pan de la familia de Reyes (igual que la que mencionaba Florencio), que lleva décadas sin usarse. También había un tablero para llevar panes, uno como el que lleva Bernardina en la cabeza en la fotografía, y la pequeña almohadilla acolchada en forma de rosca, el rodillo (roíllo), que usaban para llevarla con más comodidad.

Parece ser que todos los tableros eran de un tamaño muy similar; imagino que el peso de los panes y el tamaño de los hornos acabaría definiendo un estándar de tablero para pan (capacidad para un par de docenas, por lo que veo). Me gustó tocar aquel tablero, pensar en los cientos de hogazas, de “panes”, que habría acarreado; aquellas gentes llevando el pan de casa al horno.

Aquel modo de vida declinó con el desarrollo, cuando llegaron las tiendas y panaderías. Hoy en día sobreviven varios panaderos en Deleitosa: la Tahona y la panadería y churrería Gil Álvarez (de Ignacio y Almudena).

Ignacio y Almudena reconocen los panes de la foto de Bernardina (como el resto de los habitantes), pero dicen que ya hace décadas que se dejaron de hacer. Vuelvo a constatar el asombroso hecho de que aquel pan se llamaba sencillamente “pan”. Hoy en día elaboran en la panadería varias masas refinadas. El pan de picos (o de piña) típico por toda la región; en este caso Ignacio dice que este es un poco diferente, ya que se corta en fresco, nada más formarse la pieza, eso hace que se abra de manera diferente a otros que se cortan una vez fermentados. También hacen una especie de bolla con varios cortes e incisiones que hace que el pan parezca literalmente dos pequeñas hogazas pegadas. No había visto un pan así.

Ignacio reconoce que aquel pan hecho únicamente con liuda tendría que fermentar no menos de 5 ó 6 horas, y que por eso tenía menos volumen. Además, como se amasaba poco, era más pesado y correoso. Hoy en día, con levadura y 2 ó 3 horas, se consigue un volumen y esponjosidad mayor. (Yo imagino que su sabor tendría que ser, por fuerza, más acentuado.)

Salí con varias piezas de la panadería, y estuve recorriendo las calles, visitando sus bares, hablando con sus gentes (resulta que en Vitoria hay casi más deleitoseños que en Deleitosa). Al ver los panes que come la gente de Deleitosa hoy en día, me vino a la cabeza lo diferentes que parecen de los de Bernardina; me hubiese gustado saber por qué algunas cosas permanecen y otras no; por qué las mantas se siguen colgando, iguales, de las puertas, pero los panes perecen (su gusto, su forma, la manera de hacerlos).

En este pequeño pueblo de menos de 1000 habitantes existe un bar temático; trata, como no podía ser de otra manera, del reportaje de Eugene Smith.

Es curioso este pueblo; su imagen y las caras de sus gentes han dado la vuelta al mundo, esos panes de Bernardina han quedado conservados en película para siempre. Sin embargo, ese modo de subsistencia ha sido casi olvidado por los mismos que usaban sus manos para hacer aquel pan; estamos hablando de manos vivas y experiencia aún viva. Lo cotidiano cambia y se olvida (el cambio es parte de la vida, o la vida en sí). No he observado nostalgia (tampoco desdén) por aquel pan ni aquellos tiempos; nadie me ha dicho lo especialmente bueno que era en comparación con el de ahora. Todo el mundo se acuerda de que duraba una semana, pero más como un hecho cronológico que gastronómico (igual que recuerdan cómo se encendía el horno con “monte”: ramerío, jara, retama, arbustos).

No he encontrado a Bernardina, emigró a Francia y debió de ser una mujer digna de conocer (como he podido ver en este interesantísimo documental, «El americano», que he visto tras mi visita a Deleitosa – por cierto, sin prepararlo hablé con casi todo el mundo que sale en las imágenes). Un hijo que lleva su nombre (y apellido) cuenta con orgullo el carácter de aquella mujer que me ha hecho recorrer media España.

A pesar de no haber dado con Bernardina, he podido escuchar las historias de aquellos panes en otras voces. Hoy se muere la gente que habla con las palabras que no salen en los diccionarios, pero al menos el pan ha servido de hilo entre lugares y generaciones distantes. Hoy en día nadie hace pan en casa en Deleitosa, y ya no quedan hornos. Pero curiosamente ahora, en mi caso, hay un cambio inverso. Ahora cada vez somos más los que hacemos pan en casa, pero ahora lo hacemos “de vuelta”, por elección; llámese ocio, llámese devoción. Yo hago pan; ni mis padres ni mis abuelos lo hacían. De hecho, he invertido el curso natural de la vida, ya que he enseñado a mi madre, y no al revés. Me hubiera gustado escuchar la voz de Bernardina, ver sus manos y sus ojos. Tal vez hubiera encontrado en su voz la misma falta de añoranza por aquellos panes y aquellos tiempos que encontré en otras voces del pueblo. No descarto volver a Deleitosa.

Enlaces:
Las fotos del reportaje de Eugene Smith
Un interesante reportaje hecho hace poco al respecto

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Panadería de Joaquín Ruiz en Orzales, Cantabria

El otro día tuve la suerte de poder ir a Campoo a visitar panaderías en compañía de varios amigos de El foro del pan. Salimos aún de noche para llegar a tiempo de ver hornear a Joaquín Ruiz su famoso pan en Orzales, junto al embalse del Ebro, no lejos del límite entre Cantabria y Castilla y León.

Joaquín pertenece a una de las familias de panaderos más conocidas de la región. Junto a su mujer, Montse, hornea cada mañana sus hogazas y barras. Desde hace veinte años afrontan el trabajo de un modo sencillo.

El pan empieza el día anterior cuando, a eso de las 10 de le noche, elaboran la madre con un poco de levadura que dejan madurar unas 7 horas. Sobre las 5 se pone en marcha el pan propiamente dicho. A diario hornean una vez, pero, dependiendo del día, pueden llegar a hacer dos o incluso tres hornadas. Todo queda minuciosamente anotado en la pared.

Es realmente asombroso ver como cientos de piezas son engullidas por el inmenso horno de leña. Una solera giratoria de más de 4 metros de diámetro acomoda todos los panes; los de kilo, los de medio, las barras, y alguna empanada solitaria.

En el momento de meter las piezas, Joaquín y Montse trabajan como un solo ser. Primero descargan de los carros las pesadas tablas sobre las que reposan los panes. De un solo golpe, Montse voltea los panes con una paleta sobre la pala de Joaquín y les hace una hendidura en el centro con los dedos. Siempre un golpe ligero, nunca falla ni hace correcciones. Joaquín los corta con mano decidida y los va introduciendo en el horno sin cesar.

Según van vaciando las tablas, las telas se ponen a secar colgadas de un cable cerca del calor del horno. La luz invernal entra por la ventana, su tono varía por minutos.

En el obrador no hay mucha maquinaria. Llama la atención una inmensa artesa alargada que, a estas horas, contiene  algo de harina y una balanza de pesas. Detrás, una gran amasadora muestra restos de masa. Joaquín nos contó como intentan amasar la masa lo mínimo, para no robarle un ápice del sabor a la harina de Briviesca que utilizan.

Cuando aún quedan por salir las últimas piezas del horno, Joaquín coge la furgoneta y se va a repartir a la cercana Reinosa. Hay nieve en los escalones que conducen al obrador. Fuera, cerca de donde se apilan los troncos de roble y haya, corretean los gatos.

El suyo es un pan sencillo, redondo y de miga tierna, ligeramente amarillenta. Los primeros salen del horno con más volumen (al principio el horno pasa de los 300º), los últimos ya han cogido algo más de brillo y color debido al vapor que han soltado las primeras piezas. Montse termina de sacar los últimos panes sin dejar de darnos conversación.

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Entrevista a Chris Young, de Real Bread Campaign

Por desgracia, el mal pan se encuentra hoy en día en cada vez más sitios; nos rodea ese pan artificial lleno de aditivos y mejorantes que carece de la mayoría de atributos que relacionamos con el pan de verdad. En el Reino Unido son pioneros en muchas cosas, y han sufrido como pocos sitios las peores consecuencias de la industrialización alimentaria, con el pan como elemento estrella. Por este motivo, hace unos años se lanzó allí la Real Bread Campaign (RBC), algo así como la “campaña en favor del pan auténtico”. Este proyecto pionero intenta luchar por extender la idea del pan de verdad, elaborado sin aditivos ni mejorantes, intentando difundir entre consumidores y panaderos la idea del buen pan. Chris Young, el responsable del proyecto, ha sacado un minuto para responder a mis preguntas y aclarar un poco en qué consiste la RBC y cuáles son sus logros, problemas y expectativas.

No sería de extrañar que, dado el denigrante estado de un porcentaje considerable del pan que consumimos, no tardara en surgir una iniciativa común en España o a nivel europeo.

En pocas palabras, ¿qué es el “pan auténtico”?

Por decirlo de manera sencilla, la RBC define el “pan auténtico” como un producto 100% natural, elaborado sin aditivos ni mejorantes artificiales

¿Recibís sugerencias de algún tipo por parte de los panaderos para extender o limitar qué es pan auténtico?

Claro, todo el mundo tiene su idea personal de qué es pan auténtico, y algunos sí que han querido que añadiéramos algunos criterios. Nuestra definición pretende ser un punto de partida muy accesible en el viaje del pan auténtico.

Aunque la idea de lo “100% natural” no parezca un gran reto, por desgracia, el primer paso en el camino a producir mejor pan está resultando ser un salto demasiado grande para las grandes empresas y supermercados que producen en torno al 95-97% del pan que compramos en el Reino Unido.

Para los que quieran seguir su viaje en lo que creemos que es la dirección acertada, estamos buscando y compartiendo maneras de hacer pan que sean mejores para nosotros y para el planeta.

¿Cómo surgió la RBC?

El pan auténtico en el Reino Unido se ha visto diezmado, hasta el punto de que tan solo el 3-5% del pan que compramos procede de pequeñas panaderías independientes y artesanas. La RBC surge como una creación de Andrew Whitley quien, como panadero artesano y ecológico, lleva desde mediados de los años setenta luchando contra el declive del pan artesano y enseñando a elaborar pan auténtico. Era consciente de que, si se quería llevar el mensaje del pan auténtico de manera relevante a las pequeñas comunidades locales, hacía falta una organización nacional. Esto juntaría a todos los que se preocupan por el pan en Gran Bretaña en una red de apoyos mutuos, compartiendo ideas y experiencias, liderando los pasos en la dirección adecuada, y combatiendo la legislación y los otros obstáculos contrarios al auge del pan auténtico. Llevó estas ideas a la organización sin ánimo de lucro Sustain, el grupo de organizaciones en favor de la mejora de la alimentación y la agricultura que, como un organización militante, estuvo encantada de recoger el testigo.

Antes de que Sustain lanzase la campaña en noviembre de 2008, invitó a expertos en panificación y molinería, y a todos los interesados, para planificar encuentros. Esto permitió a Sustain recoger opiniones sobre cuál debería ser el alcance de la campaña y los posibles criterios para la definición del pan auténtico. Desde ahí, Sustain definió los criterios y plan de acción, lanzando seguidamente la campaña en noviembre de 2008 y el programa “abierto para todos los públicos” en septiembre de 2009.

¿Qué papel juega Andrew Whitely en el origen y desarrollo de RBC?

Como cofundador de la RBC, la opinión de Andrew, su experiencia profesional y su pasión por el pan auténtico fue esencial para su creación. Como miembro de nuestro grupo de trabajo, las aportaciones de Andrew siguen siendo de gran ayuda. Además de trabajar como embajador de la campaña a través de su continua labor de enseñanza y apariciones mediáticas, también dedica mucho tiempo a estimular la investigación sobre la digestibilidad del pan, que tan necesaria es. Como se describe en su libro Bread Matters, cree que muchos aspectos del proceso de panificación industrial moderno, como el uso de algunos aditivos y la eliminación del tiempo, producen un pan que es menos digestible que el producidos siguiendo métodos tradicionales.

¿Habéis tenido algún contacto con el gobierno o con las instituciones que regulan la producción alimentaria para llegar a un consenso de lo que es o no es pan, y así intentar influir en el etiquetado?

Aunque la idea central de nuestro trabajo es apoyar a aquellos que trabajan para que haya cada vez más pan auténtico producido de manera local, también luchamos por la honestidad en el etiquetado y publicidad.

En octubre de 2009, dimos respuesta a una consulta del gobierno acerca de la aplicación de la regulación del Parlamento y el Consejo Europeo sobre aditivos y enzimas. (Enlace a documento PDF en inglés)

www.sustainweb.org/images/sustain2/RB_FSA_enzyme_consultation.pdf

Además, nos hemos dirigido a la industria, apelando a los fabricantes a que cesen en el uso de mejorantes y a que los declaren de manera voluntaria. Hemos pedido a supermercados y otros distribuidores que eliminen los términos “fresco” o “recién horneado” de sus productos en las estanterías; las recientes leyes que se han redactado en Dinamarca al respecto son muy esperanzadoras. Además, hemos enviado dos quejas a la institución al cargo de la publicidad (Advertising Standars Authority) respecto a lo que consideramos publicidad engañosa, una de las cuales ha sido aceptada (enlaces sobre el tema, en inglés)

www.sustainweb.org/realbread/bread_labelling/#2

www.sustainweb.org/realbread/campaign_news/#pants

www.sustainweb.org/realbread/hovis_advertising/

www.sustainweb.org/realbread/tesco_advertisement/

¿Cómo funciona la RBC? ¿Existe un panel de expertos o consejeros?

Sustain es un grupo compuesto de unas 100 organizaciones relacionadas con el sector agroalimentario. Lo dirigen sus miembros, que se reúnen dos veces al año. Los miembros eligen a los consejeros que se reúnen trimestralmente para dirigir el trabajo de la organización, todo ello sujeto al voto de los miembros.

Un grupo de trabajo, dirigido por un consejero de Sustain (Iain Loe, de la campaña en defensa de la cerveza ale auténtica, CAMRA), asesora a la RBC y está en contacto con el consejo. De manera interna, el responsable del proyecto depende del director de campañas de Sustain.

¿Exhiben los panaderos algún tipo de emblema o logotipo de la campaña en sus productos (a modo de sello de calidad)?

Hemos creado un “sello de pan auténtico” que permita a los panaderos ofrecer a sus clientes una prueba, a simple vista, de que lo que compran es pan auténtico; esperamos lanzarlo en un futuro próximo.

¿Cuáles crees que han sido los éxitos más destacables de la RBC en estos años?

Para nosotros es un gran éxito cada vez que escuchamos que nuestro trabajo ha hecho que alguien haya ido a una panadería de su pueblo o ciudad a comprar una hogaza de pan auténtico, o se haya decidido a hornearla en casa.

¿Ha habido algún momento en el que un tema o problema en particular haya monopolizado la atención o esfuerzos de la RBC?

Para asegurar el éxito, inyectamos el máximo esfuerzo que podemos en cada asunto que tratamos o iniciativa que nos proponemos.

¿Sabéis si existe alguna iniciativa similar en otros países? ¿Formáis parte de alguna campaña en defensa del pan a nivel internacional?

Por desgracia, a pesar de la idea idílica que algunos tienen en el Reino Unido, por los mensajes que recibimos por email, Facebook y Twitter, otros países se enfrentan a problemas muy similares a los nuestros. Nos encantaría saber si alguien más está llevando a cabo una campaña en defensa del pan auténtico en algún otro país.

En el hipotético caso de que se pensara en formar una organización similar a la RBC en España, ¿cuáles serían vuestros consejos principales?

El trabajar para crear una red de apoyo que te ayude a difundir tu mensaje y animar a más gente a formar parte de él. En el Reino Unido, los productores de pan auténtico son curiosamente algunos de nuestros mejores aliados a la hora de contar a la gente lo que la RBC hace; no es de extrañar, ya que el pan que producen es de lo que trata la campaña y el mejor embajador que la causa pudiera tener.

Es más que probable que no dispongas de un buen presupuesto para publicidad, pero puedes utilizar las redes sociales, que son gratuitas, para complementar la labor de boca a boca que realizan los miembros y la gente que te apoya.

Por esta misma razón, las buenas relaciones con los medios son vitales. Tienes que ganarte la confianza de la gente que te permitirá llegar a audiencias mayores, y darles historias atractivas sobre las que escribir, sobre el trabajo positivo que estás llevando a cabo y las verdades ocultas que la gran industria preferiría que sus clientes no conociesen.

¿Que parte de lo que dicen vuestros seguidores o detractores os tomáis más en serio o de manera más profunda?

Cualquier cumplido y crítica constructiva.

¿Habéis detectado algún cambio en la forma de trabajo de la gran industria debido a vuestra labor en la RBC? ¿Y en la relación de la gente con el pan?

Está claro que estamos en su radar. En su informe anual de 2010, la Bakers Federation (que representa a los productores de pan de molde en rebanadas que supone el 80% del mercado de “pan”) dice:

“La RBC ha obtenido del Big Lottery Fund* una ayuda de 240.000 libras el año pasado, para un periodo de cuatro años. La Bakers Federation está preocupada porque esto pueda dar a este grupo más presupuesto para denigrar a las panificadoras industriales. Para combatir esto debemos asegurarnos de transmitir nuestros logros a las pequeñas comunidades. Las panificadoras industriales son una parte importante de la vida de la comunidad, ofrecen puestos de trabajo y elaboran un alimento nutritivo que se produce de un modo económico, haciéndolo así accesible a todos los consumidores. No hay razón por la cual las panificadoras industriales no puedan encontrar su sitio en harmonía con la creciente industria de pan artesano en el Reino Unido”. (Enlace a documento PDF en inglés.)

www.bakersfederation.org.uk/publications/Annual%20Report%202010.pdf

¿Y ahora qué? ¿Dónde se encuentra la RBC y cuáles son vuestros retos para el futuro?

Acabamos lanzar nuestro programa Lessons in Loaf, una campaña a nivel nacional para transmitir el saber de los panaderos a la siguiente generación, poniendo en contacto a panaderos miembros de la RBC con escuelas de enseñanza primaria.

En enero de 2011 publicaremos Knead to Know: the Real Bread starter, una guía de iniciación que ayude a devolver el pan auténtico a nuestras comunidades.

También en enero lanzaremos Bake your Lawn, para animar a los niños a que tomen un puñado de granos de trigo, los cultiven, los muelan, los horneen y se lo coman. De este modo seguirán en sus casas todo el viaje que va de la semilla al bocadillo.

Seguiremos luchando por introducir pan auténtico en los menús de instituciones públicas, como escuelas, y hacer que esté disponible a través de más proyectos de acceso a alimentos.

Para el año que viene estamos preparando dos eventos a nivel nacional:

Real Bread Maker Week (1-8 mayo de 2010): si en el armario de tu cocina duerme alguna de las millones de panificadoras olvidadas de Gran Bretaña, sácala, quítale el polvo y haz un pan auténtico; o bien dásela a alguien para que lo haga.

Local Loaves for Lammas (alrededor del 1 de agosto de 2011): animamos a todo el país a celebrar esta antigua fiesta de la cosecha comprando u horneando un pan auténtico.

Más sobre Real Bread Campaign

www.realbreadcampaign.org

www.twitter.com/realbread

www.facebook.com/realbreadcampaign

* Big Lottery Fund es uno de los principales donantes de ayudas económicas del país.

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Entrevista a Xavier Barriga, panadería Turris, Barcelona

Después de la entrevista a Anna Bellsolà, prosigo con mi serie de entrevistas a panaderos, animado por las maravillosas entrevistas de Jeremy en la web Stir the pots. Dado el carácter especialmente sensorial del pan (su tacto, su textura), me atrae mucho la idea de poder hacer entrevistas en las que se escuche la voz del panadero, su textura. Así que me acerqué una mañana de julio a la panaderia Turris de Barcelona para charlar un rato con Xavier Barriga.

La tercera de sus panaderías, en Gran de Gracia 34, puede que sea su mayor obrador; desde la calle se atisba un surtido de pan llamativo. En el escaparate se ve un pequeño homenaje al llonguet (pieza casi en peligro de extinción de la panadería catalana clásica), un llonguet sobre una almohada de pan cubierta de harina blanquísima, iluminado de manera espectacular, como si fuera una pequeña joya. Ya dentro, hay todo un surtido de panes de buenas cortezas: flautas, panes gallegos, el pan suprem (una larguísima pieza de dos kilos, de aroma irresistible, que hacen sólo los fines de semana), una cantidad notable de panes aromáticos y de ricos ingredientes, como pan con olivas, nueces y bacon, o pan con chocolate negro y naranja confitada, o un pan blanco con sésamo de miga aromática hasta el extremo.

En las paredes de la tienda se anuncian otros panes especiales, de fibras, sin sal, así como especialidades dulces. Uno tiene la impresión de que nada se ha dejado al azar, de que el surtido es abrumador. A pesar de que Xavier me comenta que el surtido ronda las 15 especialidades, la sensación es de abundancia. En las baldas de esta tienda uno podría encontrar de todo. En el mostrador se anuncia un nuevo pan, el «pan de nube», un pan de altísima hidratación (100%) y grandes alveolos con la corteza muy blanquita, tierno, delicado, ligero.

Xavier es un hombre afable, pequeño y con la tez delicadamente morena. Le conocí hace un par de semanas y me sorprendió su verbo. Habla bajito y lentamente, pero va desgranando sus pensamientos con gran precisión. Panadero hijo de panaderos, lleva con orgullo el sobrenombre de su familia, Turris, y tiene las ideas claras; he podido hablar con él sobre pan, panaderías y panaderos. Un momento formidable.

A pesar de que con tres obradores abiertos, el proyecto de un nuevo libro y su propio trabajo de panadero no tiene que sobrarle el tiempo, accedió gustoso a charlar un rato para El foro del pan. La entrevista está aquí.

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Entrevista a Anna Bellsolà, panadería Baluard, Barcelona

Anna Bellsolà me recibe en su panadería, el forn Baluard, en la plaza del mercado de la Barceloneta, un sitio a dos pasos del mar que siempre está lleno de gente que viene y va. Es lunes por la mañana, los mostradores están llenos de panes con buenas cortezas y mejor alveolatura. Hay un olor a pan de verdad, no el tufillo malteado a pan caliente que se encuentra en los supermercados, sino un olor leve a fermento, a harina y a tiempo.
Recorro con Anna las diferentes estancias del forn. Desde las cámaras de fermentación hasta la gran habitación donde guardan la leña. En mitad de la panadería se yergue majestuoso un horno de leña de solera rotatoria. Es un horno Llopis de obra, hecho a medida. Este mastodonte se traga cada semana más de una tonelada de roble, haya y encina.

Al recorrer los quince o veinte metros que nos llevan hasta la parte de atrás escucho francés, inglés, catalán y español, y observo el quehacer de panaderos hacendosos. Al llegar estaban entrando al horno largas baguettes de color crema mientras pequeños panecillos cuadrados pasaban por un baño de agua, primero, y por un baño de semillas, después, para finalmente reposar en la cámara fermentadora que hay junto a la puerta. Es una cámara especial, la conozco y estimo desde que llegué a Barcelona porque una de sus paredes es acristalada, así que todo el mundo puede contemplar la lentitud, la demora, el reposo; grandes panes de dos kilos fermentan en inmensos cestos de mimbre, y otras piezas más pequeñas esperan su turno envueltas en bastas telas de lino.
Anna es más pequeña de lo que esperaba, a pesar de estar embarazada es una mujer menuda, con una deliciosa voz y unos ojos que destacan por su viveza y curiosidad. Es una panadera hija de panaderos, acaba de publicar «Pan en casa, del horno al corazón», uno de los mejores libros escritos en español para el panadero casero.

¿Cómo surgió la idea del libro?
El problema cuando lo escribí es que no sabía a qué público dirigirlo; si era para alguien que no sabía nada, o bien para alguien con algo de experiencia, un seguidor de blogs o Internet (hay gente que tiene muchos conocimientos, por lo que he visto). Entonces lo difícil era encontrar el tono. Pero al final opté porque tuviese un poco todo.

¿Qué te motivó a escribir un libro?
Yo no pensaba escribir un libro porque no soy escritora. Pero vino Ana García Novoa, ella escribe libros para la editorial Oceano (los derechos son de las dos). Me dijo que querían escribir un libro sobre pan; ella compra pan en mi panadería y le encanta, y pensó que les podría ayudar. Yo pensaba escribir un tipo de libro, pero lo hablamos y ella me convenció de escribir otro tipo de libro; un libro más personal, contando mi historia. Yo no lo tenía claro. Al final entre ella y yo estuvimos todo un año en mi despacho en el sótano trabajando, en “mi zulo”. Quedábamos cada mediodía. Empezamos con el índice del libro y fuimos haciéndolo poco a poco. Yo no quería hacer un libro en poco tiempo, no me veía capaz; pero como no hubo problema de tiempo, lo hicimos. En total hemos tardado un año, pero entre medio han pasado cosas.

¿Cómo conseguisteis el equilibrio en el tono del libro? El hecho de que fuera un nivel intermedio, asequible para la gente de casa pero con buenos conceptos de panadería.
Creo que tenía que ser así; tampoco me quise meter en temas supertécnicos de química; yo no soy química. Pero pensé que los procesos básicos tenían que explicarse. No puedo explicar una receta en la que se hace una autólisis sin haber contado lo qué es. Son cosas que si las explicas se pueden entender.

¿Qué consejo fundamental darías a la gente de casa que se pone a hacer pan?
Que no se compliquen mucho si están empezando. Que empiecen por una receta sencilla y que de allí vayan descubriendo. En una receta sencilla se pueden descubrir muchas cosas. Hacer pan no es tan simple como parece; que empiecen con algo sencillo, con levadura. Que empiecen de igual modo que se empieza en una panadería, conociendo los 4 ingredientes básicos (harina, agua, levadura y sal), y que se den cuenta de que el proceso es la clave. Los tiempos y los procesos son la clave.

¿Cómo es un día normal de Anna Bellsolà en Baluard?
Vengo por la mañana cada día, pero lo que hago es muy variable. Depende de los problemas que se presenten; a veces me paso el día apagando fuegos, porque se ha estropeado una cámara (como hoy, que se ha estropeado el vapor de una cámara, lo que hará que se sequen las masas y salga el pan mal). Otros días todo es fantástico: llegas y todo funciona. Llego, controlo que todo el pan esté como yo quiero. Si no, intento ajustar los procesos.

¿Qué es lo que puede ir mal? ¿Se puede sobrefermentar el pan?
Tampoco suele pasar que se sobrefermente; ya que en ese caso habría que tirar toda la hornada (alguna vez nos pasó que se disparó la temperatura de las cámaras). El trabajo es muy variable. Sobre todo como estoy ahora (dice tocándose la barriga) estoy para controlar que salga bien la producción.

¿Cuantos panaderos hay ahora en Baluard?
Un total de siete panaderos.

¿Cómo hacéis la selección de ingredientes, harinas y demás?
Las harinas son de cultivo ecológico, de Francia. Como funcionaron, pues no las hemos tocado desde el principio Si funciona no lo cambiamos. Nos dieron lo que yo quería. El moulin de la Colagne sólo muele a la piedra, es un molino que data de la edad media, y todo es de cultivo ecológico. Usamos 4 ó 5 harinas diferentes. Es un señor tan simpático que lo llamamos el “avec plaisir”, es de estos que no quedan. Está en Chirac, encima de Montpellier. Nos trata muy bien y soluciona cualquier problema. También probamos otras harinas, pero cuesta mucho cambiar. Cuanto entras en una dinámica de producción cuesta mucho…

¿Y qué agua usáis?
Usamos agua de la red, la almacenamos refrigerada en un gran depósito.

¿Cuál es vuestra producción actual de pan?
Depende, pero unos 400 kg de harina (lo que da unos 700 kg pan), los sábados tenemos casi el doble. Tenemos unas 15 variedades de pan.

¿Como se diseñan o definen los diferentes panes?
Antes de abrir estuvimos 1 mes haciendo pruebas. Sabía que quería un pan de pagès de 2 kg. Yo hubiera abierto para vender sólo pagès, pero es imposible. También quería tener una baguette bien hecha, con levadura madre. Eran panes que tenía claros desde el principio. Después tenemos novedades cada semana. Por ejemplo cada sábado hay uno especial, diferente casa semana.

Hablando de levadura madre ¿Cómo trabajáis la madre?
Dependiendo de cada pan. Para las baguettes y los panes que necesitas un poco más de extensibilidad, usamos una madre natural en líquido. Y para los panes que necesitas más volumen, como el pagès y las hogazas, usamos una masa madre sólida.

¿Siguen los panaderos algún turno especial para refrescar la masa madre? ¿Hay algún encargado?
Todos hacen de todo, todos tocan todo. Todos hacen horno, porque es lo más complicado, al ser un horno de leña. Sobre todo la temperatura, no puedes controlarlo como con un termostato. El horno depende mucho de la temperatura y de la presión atmosférica; si hay más tiraje calienta menos. Básicamente es una chimenea. Parece sencillo pero no es fácil de entender. Pero nuestros panaderos tienen que entenderlo todo y van turnándose; desde el amasado al formado, la madre, los refrescos. Cuando llega uno nuevo hay que enseñarle todo esto.

¿Cómo creasteis y usáis la masa madre?
Las madres las montamos hace 3 años. Las hice con centeno, tal y como pone en el libro.

¿Las tenéis a temperatura ambiente?
No, las tenemos refrigeradas. Y cada día las refrescamos.

¿Cómo lo hacéis?
Con una harina limpia, blanca, que no lleva nada, ni ascórbico ni nada. Una harina panificable, de unos 200W, pero sin nada químico. Porque no necesita nada. Como estamos hablando que algo que ya sabe a pan; no tiene que ser una harina tratada
Luego tenemos otra sólida que la refrescamos con una harina un poco más oscura que es la que usamos para el pagès. Que es la que da un color un poco más oscuro. Como decimos en el libro, una madre la puedes convertir en otra, echándole centeno u otra harina.

¿Cómo es vuestro ritmo de trabajo?
Trabajamos de día; es una idea muy extendida. En panadería es muy importante la optimización de la producción. Tienes que hacer tantos kilos de masa y que te salgan bien, esto es lo más complicado de todo. Tener una panadería es esto; organizar la producción para que me salgan los kilos que yo quiero en las horas que yo quiero y con los recursos que tengo. Por ejemplo el pan de cereales tiene un proceso diferente al pan Barceloneta; y hacerlos todos para que cuando abra la puerta cuadre todo. Es un trabajo de grupo y es más cómodo organizar la producción de manera que trabajes de día. Si lo haces de noche puedes trabajar en directo, pero dependes del tiempo. Pero de día tú controlas, le puedes decir al pan que esté una hora más fermentado. El pan del sábado lo hacemos con fermentación directa muchas veces. No quiere decir que no tenga a nadie por la noche; hay gente que empieza aquí a las 12 o la 1 con las cocciones de las masas del día anterior. El frío te da flexibilidad: sabes que puedes controlar el tiempo.

Hablando de frío, ¿cómo consigues ajustar los sabores y aromas?
Los controlamos con temperatura. Tampoco te puedes pasar de tiempo, no puedes dejarlo 2 días, ya que cogería demasiada acidez.

¿Cuál es el pan que más tiempo fermentáis?
El máximo sería ponerlo a las 8 de la mañana y cocerlo a las 7 del día siguiente. Podrías alargarlo, pero podrías llegar a excederte. Lo cierto es que hay un debate con el tema de la fermentación en directo o retardada. Hay puristas que dicen que el pan tiene que ser en directo. Pero yo creo que el frío incluso favorece.

En cuanto a sabores y gustos, ¿hay algún pan que no haya funcionado? Que lo hayáis diseñado con toda ilusión y que hayáis tenido que retirar.
Sí, a veces haces cosas que no interesan. Normalmente esto pasa en la fase de prueba antes de venderlo. Pero en la venta sí que hay panes que cuestan. Esto es un gran desánimo. A veces pasa con algunos clientes. Un restaurante que te dice “quiero esto”, y tienes que conseguir una textura o sabor. Este es uno de mis cometidos, aunque también lo hacemos entre todos.

Parece que tienes un equipo multicultural
Sí, realmente muchos de los panaderos son muy nómadas. Alguno ha estado en Irlanda, Nueva York, Inglaterra, etc. así que todos aportan sus ideas y recetas. Cuando uno llega fresco (como el último) nos nutre de ideas; por ejemplo al último le ha tocado hacer los panes de cada sábado.

En tu libro se ve que has viajado y trabajado en varias panaderías de muchos lugares, ¿cuál es el pan que más te ha gustado de todos los sitios donde has estado?
Recuerdo haber hecho un viaje con mi padre, antes de abrir la tienda. Hay un libro de Stephen Kaplan; “Cherchez le pain”, una valoración de la baguette. Él se recorre todo París probando baguettes. Así que cogimos el libro y fuimos a probarlas. Obviamente no podíamos probarlas todas, así que fuimos a por las mejor puntuadas. En ese viaje comí una baguette muy buena, la de Eric Kayser. Ibamos en un coche de alquiler, comprábamos una, la probábamos, e íbamos a por otra. Aquella baguette era muy buena. Tenía un sabor de fondo que te daba muchos matices. Te decía muchas cosas, que es lo que me gusta a mí del pan, que te despiste un poco, que te haga preguntarte de dónde vienen todos los matices. Y recuerdo aquella baguette, igual que el pan Poîlane. He probado mucho pan. Otros panes buenos los he comido en Marruecos, en Italia, hay muchos sitios que hacen pan bueno.

¿Y en Barcelona?
En Barcelona la verdad es que no pruebo mucho. Como mi propio pan ¡y muchas veces ni tengo pan en casa!

¿Haces pan en casa?
Normalmente no me da tiempo. Alguna vez lo he hecho. Pero sólo cuando tengo tiempo. A veces me ha hecho falta pan, porque necesito en mi dieta pan y azúcar (energía básica), y he tenido que hacerme tortitas, por la mera necesidad de comer algo de harina. A veces me hago unas tortitas con miel para cubrir esa necesidad.

Uno se podría pasar horas hablando con esta mujer; es atractiva, tiene claras sus ideas y sabe de lo que habla. Cuando, finalmente, le pregunto por «el secreto del pan» piensa un poco y dice convencida: «Hacer mucho pan, haber tocado muchas masas».

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La Yelda – Las manos de Hinojedo

Salí de Bilbao de noche, bajo la lluvia de marzo, dispuesto a recorrer los 120 km hasta Hinojedo, en el corazón de Cantabria, sin saber que iba a llegar en realidad a un lugar pretérito, un espacio donde las cosas se hacen de otra manera.

Conocí a Isa y Míguel hace un tiempo, juntos montamos uno de los cursos más inolvidables que he dado, una tarde lluviosa acabamos haciendo pan en la casa del cura de un pueblecito de 500 habitantes. Es difícil de explicar, pero algo especial rodea a estas personas; por suerte, un día a la semana llevan eso que ellos tienen a su obrador, un espacio en mitad de la noche y el tiempo, donde la única máquina que hay es el horno y lo único que importa son sus manos; las manos de Hinojedo.

En La Yelda todo el pan se amasa a mano, con la ancestral técnica del golpeo. Los casi 100 kg de masa se dividen en pequeñas piezas y se lanzan contra la artesa, esto se repite cuatro veces. Acabado este primer amasado, la masa se lanza otra vez, pero en esta ocasión, las piezas se lanzan estirándolas para desarrollar la elasticidad de la masa. Y de nuevo se vuelve a repetir la operación cuatro veces. Es así para cada masa, cada noche de horneo, como posiblemente haya sido durante milenios: lanzar, recoger, amasar, volver a lanzar. La masa es siempre integral (de varios granos, con semillas, etc.), ecológica, elaborada con masa madre natural (yelda) y se trata con mimo, tocando cada gramo, acariciando cada hogaza.

Mientras pasan los largos minutos del amasado, entran al horno las primeras piezas de la noche, unos bizcochos de algarroba; cuando salen, su aroma es más estimulante que el mejor de los cafés.

Tras la primera fermentación de las masas (tibias, inmensas, tapadas con mantas en la artesa, increíble visión) comienza el recital de manos. Manos firmes, manos suaves, manos rápidas. No sobra el espacio, así que la propia artesa (panera) sirve de improvisada mesa de trabajo. El ir y venir de manos y masas y masas y manos es hipnótico.

Nos envuelve la música y el olor a pan, a madre. Míguel es (entre otras muchas cosas) músico profesional, apasionado por todo lo que suene en cualquier lugar del mundo y toca en un grupo de música folk. Conoce viejas canciones tradicionales destinadas a las labores y faenas, como las viejas tonadillas para amasar pan.

La música suena toda la noche y no es raro que, entre amasado y amasado, se les vayan los pies. Bajo la lluvia y la noche, bailando entre panes, no es mala cosa. De hecho, las bromas son continuas; corre el té y, ya mediada la noche, llega Estela con el desayuno. Ella también echa una mano con el formado de las últimas piezas.

La Yelda es un proyecto humilde, un pequeño horno da salida a toda la masa en hornadas sucesivas. Para aprovechar mejor el espacio usan moldes; para diferenciar las masas (sobre todo la escanda y el trigo), cada tipo de pan lleva un corte característico; antes del corte utilizan unas pegatinas con cada nombre.

Mientras los primeros panes ya están casi listos, el primovel (una masa dulce con trigo, avena, almendras, algarroba y sésamo) va tomando forma. La masa integral se embadurna de crema de algarroba y se enrolla. Una vez cocido, el pan se abre dejando ver (¡y oler!) su interior. Isa me explica con detenimiento cómo lo hacen, cómo fueron desarrollando la receta, probando y afinándola. Además de su surtido normal: centeno, trigo, escanda, semillas, etc., cada estación tienen un pan especial; primovel, branu, tardiu, invernu y otras elaboraciones aún más especiales, como el de calocas (algas). Isa es de Madrid, pero tras muchos años en Cantabria utiliza los deliciosos diminutivos en -uco, aspira las haches y su hablar se ha modulado hasta adquirir el cantar único de las gentes de esta tierra.

En La Yelda hacen dos tamaños de pan (kilo y medio kilo) y está todo vendido antes de entrar al horno, así de sencillo. Isa y Míguel tienen muy clara su función, son un pequeño obrador que sirve una vez por semana a una comunidad reducida, amigos de una asociación de consumo ecológico y conocidos. Cada pan sale del obrador en una bolsa con el nombre de la persona que se lo va a comer. Mientras escribe los nombres, Isa recorre de memoria la lista de personas, todas conocidas, que comerán su pan. En la imagen un pancito de trigo de medio kilo.

Ahora sólo queda limpiar, ordenar y acabar de empaquetar los panes. Ha amanecido y ya no llueve. Tras 10 horas sin parar de amasar, formar, hornear y limpiar, aún hay ánimo de sobra para bromas y sonrisas. Sin duda esta es gente especial, buena gente. Isa, Estela y Míguel (a pesar del cuchillo, es un pedazo de pan).

Saliendo por la puerta del obrador, el amanecer me regala otra visión memorable de este encuentro. El Cantábrico a un lado, los Picos de Europa nevados al otro: verde país, la Tierruca.

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Una noche de farinada de repassos en Ca Massita

Hace tiempo que tenía ganas de ir a Ca Massita, muchas. Nunca había estado en Vinaròs (de hecho, creo que jamás había puesto el pie en la provincia de Castellón) así que los 200 km de noche y autopista se me pasaron volando. Ca Massita es una pequeña panadería familiar; cinco generaciones haciendo pan, y en el mismo local desde hace casi cien años. Hoy en día Sergio e Ignasi están al mando de la hornada y Elena se les une a las 7 en el mostrador.

El obrador es espacioso, suena la radio y corre el café: de termo suave para Sergio, de cartucho fuerte para mí. En esta panadería, como en tantas otras, sobra sitio, hay una extraña sensación de vacío, su extensión es exactamente la del espacio que ocupaban antaño muchos más panaderos. Dispersos por los rincones quedan vestigios de otra época; la balanza con monedas del tiempo de Alfonso XII (Ignasi se sorprendió cuando le leí la fecha, 1879). Da escalofríos imaginar que puedan llevar ahí desde poco después de abir la panadería en 1855, ¿las depositaría ahí la mano del tataratataratatarabuelo de Elena? Sin duda, son las manos de los panaderos lo que más sorprende y fascina al conocerlos.

Esta noche se ha estropeado una pieza de la fermentadora; esa pequeña válvula ya de camino desde Italia les ha obligado a empezar antes, para darle al pan el tiempo suficiente. No obstante, Sergio reconoce que (además de dejarle más tiempo para dormir) el pan reposado en la fermentadora tiene más alma y fondo; las bacterias tienen tiempo de darle profundidad de sabor y aromas. En la imagen superior, una divididora de masa; pesas una gran porción de masa y la divides por volumen, así te ahorras pesar pieza a pieza (luego, incluso si quieres hacer piezas más grandes, puedes juntar varias piezas para llegar al peso deseado).

En plena hornada, Sergio cortando barras. En un momento de la noche, y sin saber muy bien cómo, empiezan a salir a un ritmo incesante las piezas calientes: las barrotas, los estirats, los catalanets, etc.

Pasados los momentos panaderos de más trabajo, llega el turno de los pastissets. Los hace Ignasi con mimo según la receta familiar. Para empezar hace una barrejeta (mezclita), la típica mezcla local de aguardiente y moscatel, y luego afina la amasa golpeándola contra la mesa con gran violencia. Yo amaso a mano cada semana, y cuando digo que lo hace con gran violencia quiero decir que, de no ser un hombre risueño y afable, podría infundir miedo (!). De manera increíble, esa violencia desaparece cuando sus dedos entretejen con delicada pericia los bordes de los pastissets una vez los ha llenado de cabello de ángel.

Salidos del horno y pasados por azúcar, los pastissets son bellos, perfectos. Debajo, su prima la farinada de cabello de ángel; una especie de dobladillo dulce hecho con la masa del típico panquemao. El preludio perfecto para el pan que me ha traído hasta aquí, una criatura mítica, arcaica, de otro tiempo: la farinada de repassos. Explicar su composición y elaboración es difícil, so pena de que te tomen por loco; así que lo mejor es comenzar por hincarle el diente, ya habrá tiempo para explicaciones después.

La farinada de repassos es una masa integral, dulce, con un relleno de canela y limón; sorprende por su textura y sabor. La masa es densa y el relleno tiene una textura cremosa, no especialmente grasienta y fresca. En seguida te preguntas si aquello es algún tipo de mazapán o bien crema de alguna nuez. Pero la respuestas es maravillosamente simple; no es más que harina. En dos líneas: se trata una masa harina integral que se rellena de harina mezclada con agua y aceite (aromatizada con canela y limón, eso sí). Desde el primer día que me lo contaron, pasando el momento en que por fin lo pude probar, hasta el día en que escribo estas líneas, no ha habido un instante en que no me haya dejado de maravillar el ingenio de quien preparó algo así la primera vez.

La harina que se utilizaba tradicionalmente era la «tercerilla», un producto basto, casi más propio de la alimentación del ganado que de los panes que gustan hoy en día; al ir cerniendo la harina (repasándola) se obtienen las diferentes calidades. Lo asombroso es que, una vez elaborada la masa con este cereal rico en salvado, se rellenaba con una mezcla de harina, canela y azúcar. Me imagino las circunstancias que empujarían a alguien a rellenar de más harina una pieza de harina serrinosa… y me sorprendo ante la inteligencia creadora que nace de la necesidad. Aún más asombroso es que, en la elaboración tradicional, se incluía en este mejunje un poco de pimiento rojo asado, escalivado, una verdura sorprendentemente dulce.

A continuación un paso a paso de su elaboración, por las expertas manos de Ignasi. Tras estirar la masa a rodillo (la masa se preforma someramente y se deja reposar para conseguir extenderla sin problemas con la ayuda de un poco de aceite, no harina) se rellena de un puñado de la mezcla de harina, canela y azúcar. ¿Cuánta harina? Muy sencillo, la que cabe en las manos de Ignasi: llena las tortas de masa con harina con un donaire digno de mención, sin errar el gesto; igual que lo habrán hecho panaderos vinarocenses durante generaciones. En la harina hace un surco profundo, ralla un poco de limón y lo llena con agua y aceite, calculados también con la milenaria ciencia de la ojimetría. En cuanto el líquido toca la harina, esta comienza a teñirse por la canela. Como en una vieja pócima, la canela y el limón comienzan a obrar su magia. Y ahora viene una de las partes más asombrosas; Ignasi simplemente cubre la superficie del líquido con harina y lo encierra todo (sin mezclarlo) con el resto de la masa. El tiempo de fermentación y la magia de la farinada hacen que, para cuando la pieza sale del horno, la crema se amalgame y quede con una textura deliciosa (en la última foto se ve la farinada tradicional con pimiento asado).

No he conseguido saber desde cuando se elabora este pan dulce; pero hoy en día apenas tres panaderías de Vinaròs mantienen la tradición. Es notable el esfuerzo del horno Ca Massita por dar a conocer una parte viva del patrimonio panadero de este rincón de Castellón. Sin duda el pan me volverá a traer aquí.

Ya amanecido, el obrador se llena de luz que entra por un curioso patio interior. En la imagen, Sergio, Elena e Ignasi, guardianes de la farinada de repassos.

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